martes, 19 de agosto de 2014

Ansiedad


Estás en tu casa, tranquila, feliz de la vida. No le tenías odio a nadie, sin embargo la frustración hace que te cueste calmarte. Ahora lo has logrado, querías olvidarte de los problemas por un segundo, que el mundo no existe. Todo es perfecto. Todo es alegre. Nada te va a hacer daño, y si lo hace, lo reparará al instante.

Y ahí estábamos, tú y yo, soñando. Dejando que las ideas vuelen en nuestro cerebro, que las imágenes se hicieran realidad para nosotros. Creamos un mundo sin sufrimiento. Un universo que nos agradecía por haberlo creado, por haberlo imaginado. Siempre estaban contentos, nos decían y repetían. Dábamos todo lo que pudieran nuestras manos para asegurar las sonrisas, la paz, el paraíso. Y ahí estaban ellos, alimentando nuestra fantasía.

Algo, en medio de ese sueño, te recuerda que no es más que tu mente. Tu subconsciente desesperada que se refugia en un lugar inexistente, porque es el único rincón seguro que tiene. Te diste cuenta de que, si la realidad supera la ficción, no es en un buen sentido. Te llega más. Ahorca más que ninguna otra historia de asesinos y piratas. Te da más desesperación que cualquier novela de suspenso. Te hace llorar más que todas tus pesadillas. No entiendes la razón. Y si la sabes, no entiendes por qué a ti.

                                       

No es a tí. Cuesta entender que a cada problema, no hay que buscar culpables. Es difícil el término de accidente. Culpables, siempre culpables. Llega, asusta, intimida, y termina haciéndote creer que eres culpable, cuando nadie lo es. La gente está tan metida en la vida de los demás, que no le dejan vivir a uno su vida. Ya, cometí un error. Ya, perdón. Soy un ser humano. ¿Es tan complicado?

La respuesta te asombraría.

Si alguna vez haz sido juzgado, sabrás lo que es. No juzgues. No es fácil, es instinto humano. No pienses en la falla. Piensa en la persona. Lo único que importa de él o ella, es la persona. Es lo más valioso.

Te despiertas. Otro día. Te levantas lentamente. ¿Por qué, si de todas formas no se preocuparían de tu ausencia por aquél día? ¿No es mejor quedarse en cama y descansar? Obligada, te prohíbes hacerte estas preguntas, ya que no mejoran la situación.

Haces lo que tienes que hacer. Hablas con la gente. Estás rodeada de personas, pero te sientes solo. Muy solo. Nadie comprende lo que te pasa por dentro. A nadie le interesa.

Ya es hora. Te vas a juntar con tu mejor amigo. Estás bajo un ataque de angustia. Todo es tan monótono. Te tapas las muñecas. Sonríes, fingiendo estar bien. Tu amigo te sonríe, dudando si preguntarte o no qué te pasa por dentro. Detecta que algo sucede.

No te lo pregunta directamente. Aún así, no pudiste esperar mucho antes de explotar en llanto, diciéndole lo vacío que estás por dentro. No supones que se pondrá en tu lugar.

Jamás sentirá lo que sientes. Pero te consuela. Te da palmadas en la espalda, sosteniéndote. Tal vez no pasaron por las misas historias. Quizás la vida fue más injusta contigo.

No obstante, ahora tienes un motivo para borrar la palabra injusta como descripción de la vida. Te diste cuenta del maravilloso regalo que te ha dado. Te regaló una oreja que te escucha, unos ojos que te admiran, y unas manos que te consuelan.

Tanto te dio el mundo, que ahora quieres darle más para compensarle. ¡Qué tonto habías sido! ¿La vida cruel? Si te ha dado a las personas más lindas del universo. ¿Vacía? Diles eso a gente que te ha escuchado con una gran sabiduría. ¿Gris? Exprésate a los que te hacen reír sin importar que deban hacer el ridículo.

La vida es preciosa, así que ve a buscar las aventuras y los colores que ansias, y que nada ni nadie te detenga.

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