domingo, 7 de septiembre de 2014

El soldado de las montañas-cuento


El gran Soldado de las Montañas era temido por los enemigos del Imperio Chino. Todos lo conocían, y también a su alter-ego, pero no sabían que era la misma persona.

Era indomable en las batallas, se conectaba con su espada como si fuera una extensión de su brazo. Dejó atrás la torpeza y la duda para convertirse en el orgullo del capitán Shang. Decían que era igual a su padre. Éste, aunque cojo, tenía un espíritu de valor que no dejaba entrever debilidad en ningún punto.

Todo iba bien hasta que asumió como Emperador el ambicioso nieto del antiguo gobernante, que devoraba todo bien que estaba a su paso. Decidió que su imperio no era lo suficientemente grande para su poder, y mandó al ejército para expandir su territorio, reorganizándolo para mejorar su estrategia.

Ante estas reformas, el Soldado de las Montañas y el capitán Shang intervinieron para pedir que quedaran juntos, argumentando lo importante que era el vínculo tutor-estudiante. El Emperador aceptó, dejando en claro que, al menos, algo de bondad tenía.

Unas semanas más tarde, se anunció el matrimonio del famoso Soldado. Toda la ciudad lo celebró, felicitando al afortunado. Aunque la alegría no duró más allá de un par de días, ya que él debía ir al campo de batalla.

En el crudo invierno, en un atardecer digno de admirar, se realizaba una pelea contra un pueblo vietnamita. Un soldado enemigo, ágilmente alzó la espada y se colocó a la espalda del capitán. El Soldado de las Montañas, trilladamente, se interpuso entre ambos, y recibió la cuchillada en el pecho.

Shang, al notarlo, tomó el cuerpo del caído, y apoyó su oreja en el cuerpo. No escuchó más el retumbar de su corazón.

Gritando, ordenó la retirada de la tropa, y se escondió detrás de una roca junto al cadáver. Sacó de su bolsillo un par de anillos, y le puso uno al cuerpo sin vida, con delicadeza y amor. El Soldado de las Montañas nunca supo que era una mujer felizmente casada.


Mulán

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